Saturday, August 22, 2015

Las prestaciones y la empresa privada

La falta de confianza en un gobierno se puede ver en la falta de atención sobre lo que está haciendo. A muchos hondureños los tomó por sorpresa cuando en el mes de abril entró en vigencia la nueva ley de facturación. Sin embargo, esta ley estaba aprobada desde hace años. Los hondureños estamos acostumbrados a la extensión de plazos, prórrogas y amnistías tributarias; esto llevó a un gran número de personas a confiarse.

Una nueva sorpresa tributaria ha resultado con la entrada en vigencia de la nueva Ley Marco  de Protección Social. Muchos hondureños, y me incluyo, nos desayunamos la novedad que la empresas deben depositar mensualmente el equivalente al 4% de las prestaciones laborales en una cuenta especial a nombre del empleado en una dependencia del gobierno—parece será el RAP bajo un nuevo nombre. Surgen dudas sobre cómo se administrarán esos fondos, cuáles serán las herramientas para evitar que sean destinados a otros beneficiarios, y lo más importante, si las empresas tendrán la capacidad financiera de soportarlo.

Henry Hazlitt dice: “El arte de la economía consiste en prever los efectos a largo plazo de cualquier política y sus consecuencias no sólo para un grupo sino para toda la sociedad.” Las grandes empresas tiene fondos y escudos fiscales para hacer frente a estos incrementos; también cuentan con sistemas contables saludables que les permite hacer provisiones para cubrir eventualidades. En el caso de las medianas, pequeñas y micro empresas donde las ventas apenas cubren los costos sentirán el golpe de manera más ruda.

Durante veinte años trabajé en la manufactura industrial. Como parte de mi trabajo me relecionaba con varias fábricas para subcontratar trabajo. Existen empresas que al final de año hacen una liquidación general, y además del aguinaldo navideño reciben otro mes de salario. Es decir, que nadie acumula prestaciones. Sin embargo, en ese tiempo también fui testigo de gerentes que abandonaron el país un jueves por la noche o amaneciendo el viernes. ¿La razón? No tener el dinero para cubrir la planilla de la semana.

Ese grado de estrangulamiento económico conduce a actos desesperados tales como abandonar sus inversiones. El problema recaía luego en los operarios que debían esperar meses, incluso años, para poder liquidar la maquinaria y cobrar sus prestaciones. Algunos aún esperan su dinero o se resignaron a perderlo para siempre.

Conociendo de cerca estos casos puedo entender el espíritu de la nueva ley que busca proteger al empleado de los patronos irresponsables, de los malos administradores, y de los gerentes que rebuscan la manera de despedir empleados sin prestaciones. Quizas es una buena idea aplicada en un tiempo equivocado. Esta nueva ley junto al aumento en otros tributos me da temor que algunos gerentes estén, desde ya, cotizando boletos aéreos.

En lo personal no estoy a favor de las prestaciones tan onerosas pues crean una displicencia en algunos empleados. Existen haraganes que a la mínima corrección responden con aquel “Si no le gusta, deme mis prestaciones y me voy.” En los países donde no existen las prestaciones el empleado se preocupa por cuidar su trabajo.

Cierro con las palabras de Winston Churchill sobre la malograda y temida empresa privada: “Algunos ven a la empresa privada como un objetivo que debe ser destruido, otros como la vaca que ordeñar, pocos como un caballo que jala la carreta.”

Publicado en Diario Tiempo el 21 de agosto de 2015

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