La falta de confianza en un gobierno se puede ver en la
falta de atención sobre lo que está haciendo. A muchos hondureños los
tomó por sorpresa cuando en el mes de abril entró en vigencia la nueva
ley de facturación. Sin embargo, esta ley estaba aprobada desde hace
años. Los hondureños estamos acostumbrados a la extensión de plazos,
prórrogas y amnistías tributarias; esto llevó a un gran número de
personas a confiarse.
Una nueva sorpresa tributaria ha resultado con la entrada en vigencia
de la nueva Ley Marco de Protección Social. Muchos hondureños, y me
incluyo, nos desayunamos la novedad que la empresas deben depositar
mensualmente el equivalente al 4% de las prestaciones laborales en una
cuenta especial a nombre del empleado en una dependencia del
gobierno—parece será el RAP bajo un nuevo nombre. Surgen dudas sobre
cómo se administrarán esos fondos, cuáles serán las herramientas para
evitar que sean destinados a otros beneficiarios, y lo más importante,
si las empresas tendrán la capacidad financiera de soportarlo.
Henry Hazlitt dice: “El arte de la economía consiste en prever los
efectos a largo plazo de cualquier política y sus consecuencias no sólo
para un grupo sino para toda la sociedad.” Las grandes empresas tiene
fondos y escudos fiscales para hacer frente a estos incrementos; también
cuentan con sistemas contables saludables que les permite hacer
provisiones para cubrir eventualidades. En el caso de las medianas,
pequeñas y micro empresas donde las ventas apenas cubren los costos
sentirán el golpe de manera más ruda.
Durante veinte años trabajé en la manufactura industrial. Como parte
de mi trabajo me relecionaba con varias fábricas para subcontratar
trabajo. Existen empresas que al final de año hacen una liquidación
general, y además del aguinaldo navideño reciben otro mes de salario. Es
decir, que nadie acumula prestaciones. Sin embargo, en ese tiempo
también fui testigo de gerentes que abandonaron el país un jueves por la
noche o amaneciendo el viernes. ¿La razón? No tener el dinero para
cubrir la planilla de la semana.
Ese grado de estrangulamiento económico conduce a actos desesperados
tales como abandonar sus inversiones. El problema recaía luego en los
operarios que debían esperar meses, incluso años, para poder liquidar la
maquinaria y cobrar sus prestaciones. Algunos aún esperan su dinero o
se resignaron a perderlo para siempre.
Conociendo de cerca estos casos puedo entender el espíritu de la
nueva ley que busca proteger al empleado de los patronos irresponsables,
de los malos administradores, y de los gerentes que rebuscan la manera
de despedir empleados sin prestaciones. Quizas es una buena idea
aplicada en un tiempo equivocado. Esta nueva ley junto al aumento en
otros tributos me da temor que algunos gerentes estén, desde ya,
cotizando boletos aéreos.
En lo personal no estoy a favor de las prestaciones tan onerosas pues
crean una displicencia en algunos empleados. Existen haraganes que a la
mínima corrección responden con aquel “Si no le gusta, deme mis
prestaciones y me voy.” En los países donde no existen las prestaciones
el empleado se preocupa por cuidar su trabajo.
Cierro con las palabras de Winston Churchill sobre la malograda y temida
empresa privada: “Algunos ven a la empresa privada como un objetivo que
debe ser destruido, otros como la vaca que ordeñar, pocos como un
caballo que jala la carreta.”
Publicado en Diario Tiempo el 21 de agosto de 2015
Saturday, August 22, 2015
Las prestaciones y la empresa privada
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